Para muchos el pediatra es casi parte de la familia, por eso puede resultar difícil el momento en que tu hijo debe pasar a ser atendido por un médico para adultos. Si este cambio se hace de un día para el otro puede generar ansiedad tanto en nosotros como en el niño, por eso lo ideal es hacer una transición paulatina. Para la Asociación Americana de Pediatría, es una decisión de que depende del paciente, de su familia y del profesional a cargo. Por eso desaconseja los cambios que consideren únicamente la edad biológica del adolescente; hay que evaluar también el estado físico y psicosocial del paciente, así como también las posibilidades del especialista de continuar con su labor en esta etapa.
Para tomar como parámetro, la FDA (Food and Drug Administration o Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos) establece 3 etapas iniciales en la vida, la infancia, que va desde el nacimiento hasta los 2 años de vida; la niñez de los 2 a los 12 años y la adolescencia entre los 12 y los 21 años. Por su parte, la Academia Americana de Pediatría caratula a la adolescencia entre los 11 y los 21 años, dividiéndola en primaria (11 a 14 años), media (15 a 17 años) y tardía (18 a 21 años).
Si bien es posible que un pediatra pueda seguir atendiendo a un adolescente, muchas veces son los mismos jóvenes quienes no se sienten a gusto en una sala de espera donde también hay niños y bebés. Son ellos los que desean remarcar que ”ya no son niños”, y esto puede acelerar la decisión de buscar un especialista en adolescentes o incluso adultos.
Cuando llegue esta instancia, pregunta al nuevo médico elegido si podría atender a tu hijo durante un período de prueba; de ser necesario, pónte en contacto con el pediatra para organizar el proceso de transición. Organizar las cosas con tiempo y conversar con el adolescente lo ayudará a hacerse cargo de su propia salud cuando llegue a la edad adulta.